En la frutera, solamente algunos limones y
naranjas (los últimos). Ya se viene complicado, efecto de la pandemia, conseguir variedad y calidad de frutas y en cada
una de mis incursiones al exterior (de mi casa), vuelvo decepcionada. Me
comenzó a rondar una idea, un sour usando como base el singani. Pero quería una
vuelta de tuerca más, incorporar algo más que fuera muy típico, y pensando,
casi en simultáneo que manoteando
alacenas para saber si aún quedaba algún resto de lo necesario para hacerlo, se
me hizo la luz: el Api!
El api es la bebida a base de harina de maíz
morado, típica de las regiones altiplánicas de Argentina, Bolivia y Perú.
Además, en mi pueblo es muy tradicional y cada sábado y domingo vienen de las
ciudades aledañas a tomar api con buñuelos, que junto con el pejerrey souflé de
nuestro Dique La Ciénaga, y los quesillos de San Antonio, constituyen las
principales atracciones turístico-gastronómicas de la zona. Y, por vicio
profesional (soy arquitecta), no puedo dejar de pensar a la par que voy
pensando en los sabores y las procedencias y regionalismos, en texturas,
colores y formas. El api sería además un aporte de color inmejorable.
Con todo eso definido a grandes rasgos, llegó
el nombre, Kolla Sour, antes que las proporciones.
No quedaba más qué comenzar a catar, aún en
ayunas, para saber con cuál de los singanis quedarme, y cuál de los licores se
llevaría mejor con la impronta cítrica y especiada del api (clavo de olor, y
canela).
Me quedé con un Singani artesanal que compré en
alguna escapadita a Tarija, porque me pareció más interesante de sabor y más
licoroso , y a la hora de los licores, opté por el sabor inédito y oportuno del
licor de nísperos (y no pudo más que llevarme a la infancia, siempre en las
casas de algún amigo terminábamos trepados a los árboles comiendo nísperos; es
muy frecuente en muchas casas y fincas de la zona).
No quedaba más que poner manos a la obra.
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